Opinión

Un grito urgente por las cuencas altas de los ríos

Por Tomás Marte
EcoVerdad

La ganadería, un pilar fundamental en la economía local, ha sido víctima de su propio éxito. Aunque contribuye significativamente al desarrollo económico del país, el mal manejo de esta actividad en las zonas próximo a cuencas altas de los ríos plantea una seria amenaza para los ecosistemas acuáticos y terrestres. La falta de una gestión adecuada se traduce en la contaminación de los cuerpos de agua, erosión del suelo, sedimentación y diversos problemas que exigen una acción inmediata por parte de los ministerios de Agricultura y Medioambiente.

Con esto, los desechos provenientes de la ganadería, como excrementos y residuos de animales, contienen una cantidad significativa de nutrientes que, al infiltrarse en los cuerpos de agua, desencadenan procesos de eutrofización. Esto conduce al crecimiento descontrolado de algas y la disminución del oxígeno, afectando la calidad del agua y la vida acuática.

La sobreexplotación de pastizales y la deforestación para crear áreas de pastoreo contribuyen a la pérdida de la capa fértil del suelo. Las lluvias intensas arrastran esta tierra desprotegida hacia los ríos, aumentando la sedimentación y obstruyendo los cauces fluviales. Este proceso tiene consecuencias desastrosas para la biodiversidad y la capacidad de los ecosistemas acuáticos para mantener un equilibrio saludable.

La sedimentación resultante afecta la vida silvestre acuática y compromete la capacidad de los ríos para proporcionar servicios ecosistémicos esenciales. Además, el aumento en la frecuencia e intensidad de las inundaciones en estas áreas es una clara señal de la degradación ambiental causada por el mal manejo de la ganadería.

A pesar de estos problemas evidentes, las normativas tienen poco que ofrecer y los poderes públicos se tornan desinteresados ante los inconvenientes que esto genera, mostrando una pasividad preocupante. Las regulaciones existentes son insuficientes y no se aplican de manera efectiva. Se requiere una mayor supervisión y aplicación de sanciones para disuadir prácticas irresponsables. Además, es imperativo fomentar la adopción de políticas sostenibles en la ganadería, como la rotación de pastizales, la reforestación y la gestión adecuada de los residuos.

Los ganaderos no deben seguir desbordando sus límites ambientales sin consecuencias irreversibles. Es responsabilidad de los ministerios de agricultura y medioambiente, o de las alcaldías, tomar medidas concretas y efectivas para revertir el daño ambiental causado y garantizar la sostenibilidad de esta actividad crucial para la economía nacional.

Es hora de que los responsables gubernamentales asuman su papel y trabajen en conjunto con los ganaderos para implementar prácticas sostenibles y preservar el equilibrio ambiental. La inacción ya no es una opción; el futuro de nuestras cuencas y ríos depende de decisiones audaces y compromisorias.

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